Un paseo por los rincones de La Cumbre siempre resulta agradable. El día es indistinto para pasarla bien. Caminar las veredas, recorrer sus generosas calles en otoño rodeadas de añosos árboles amarillentos o rojizos, ya es un atractivo singular. Buscar y descubrir entre los follajes de las plantas, esas viejas casonas que deslumbran por el porte aristocrático y sus amplios jardines siempre arreglados.
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